Si existe algo que destaca en The Hurt Locker, finalmente estrenada por este lado del mundo bajo el nombre de Vívir al Límite, es la notable intensidad que transmite desde su primera maestra escena. Ese es el gancho que no te suelta más a base de adrenalina y tensión, aunque la directora Kathryn Bigelow (Punto de Quiebra) además de manejar el suspenso a través de los cables y cortes necesarios para la dessactivación de bombas en Baghdad, logrando que sus personajes surfeen con el C-4 para evadir la miseria del día a día.

Esta es además una película de guerra que se olvida de los clichés panfletarios de lleno evidentes, aunque no por nada está situada en plena administración Bush, atrapando con la intensidad de la acción de sus secuencias de desarme elevando al actor Jeremy Renner que con una actuación explota con pura actitud, en un despliegue de adrenalina de vida o muerte. Donde la importancia de la misión pone a prueba tanto sus habilidades como aquellos compromisos de la sociedad a la que protege y elude en compañía del resto de cabezas de jarro. Pues lo suyo es jalar arena y desierto.

Como respuesta a una sociedad transformada tras el 11-S y las invasiones preventivas, The Hurt Locker nos presenta a un grupo de soldados que desactivan la muerte siempre al borde de la desgracia y son definidos a través de sus acciones regidas por el uniforme. En esa dualidad se instala el experimentado William James (Renner), un adicto a las emociones límites – con problemas psicológicos evidentes – que se transforma en el líder de una unidad de desactivación de explositvos luego que su predecesor recibiese un lindo lifting facial con una bomba detonada a control remoto. Sus escoltas son el cauteloso Sargento Sanborn (Anthony Mackie) y el  nerviosillo especialista Eldrige (Brian Geraghty) quienes tienen el particular trabajo de cuidar su espalda y comunicarse a través de radio, mientras James examina los aparatos explosivos improvisados con los que se topan.

James es un verdadero maestro en el arte de la desactivación, pero a su equipo le choca su actitud pues básicamente su único objetivo es desmantelar las bombas y lo hace pasando por sobre los protocolos que deben seguir todos los soldados. En esa cárcel burocrática de los rangos se encienden los conflictos, pues el nuevo cabrón no tiene miedo a nada y las órdenes son barreras que está decidido a mandar al demonio si es necesario. Su trabajo es a la vez su gran desafio, su hobby, lo que enciende su vida.

Dejando de lado el elaborar discursos directos en torno a las puntos políticos de su presencia en tierras extranjeras, The Hurt Locker es acción que apunta la visión de conquista en el individualismo y la sobrevivencia de aquellos soldados que confrontan la resistencia invisible de los ocupados. En ese esquema la película arma su cohesión al inyectar emoción a la audiencia a través de la cámara, su edición y música elegida con pinzas. Es toda una atmósfera que contagia de nerviosismo, en aquellos momentos en los que el corte del cable equivocado es sinónimo de kaboom seguro.

Bigelow aquí da cátedra a los reyes de la parafernalia para enseñarles cómo debe hacerse una película de acción y estremecer a la audiencia sin el abuso digital. Además la película se beneficia al no poseer una estructuras narrativa que busque marear como habitualmente estamos acostumbrados, pues su guión es simple y directo al crear una serie de secuencias manejadas con el suspenso necesario para que lo importante no sea precisamente la explosión. Aquí el enemigo son las decisiones de los personajes, el resto es suerte.

La participación especial de actores reconocidos son además el ejemplo de cameos que representan un conflicto sin fin. Una serie de rostros pasan por la pantalla y rápidamente se van al más allá, recordándonos que esta vida bélica es cíclica con cada misión representando un paso adelante para el regreso a casa. La muerte y el sobrevivir son parte de un gran esquema de ocupación, en el que nada termina hasta que el Tío Sam decida tomar sus maletas.

Un gran detalle de cada desactivación en plena calle es que los ocupados aparecen a observar, mientras los soldados en cuestión no saben cómo diablos reaccionar ¿Son  los enemigos responsables de la bomba en cuestión o simples inocentes? En ese escenario, los tres pelados son caras de la misma moneda subordinada y sus formas de reaccionar representan perfectamente el modo en que se entrelazan y confluyen sus personalidades. Bigelow logra que fluya la acción a través de las  asfixiantes, peligrosas y literalmente desérticas calles de fondo logrando que el suspenso sea un protagonista más. Y lo hace centrándose en estos cabezas con cascos que  están metidos en una de las mejores películas de guerra de la última década.

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