En un momento de Get Out, su protagonista es atrapado en un trance que lo lleva al “lugar hundido”, un punto entre el sueño y el estado de vigilia.

En ese lugar, su captora toma el control de Chris, el personaje principal interpretado por Daniel Kaluuya, privándolo de su consentimiento.

Dicha imagen funciona como una alegoría al lugar en el que han sido reducidos todos aquellos que forman parte de la población afroamericana en Estados Unidos. Y es eso también lo que transformó a Get Out en la película más relevante de 2017.

Esa situación fue toda una sorpresa, ya que hasta el año pasado su director, Jordan Peele, solo era conocido como una parte del dueto de cómicos que producían los chistosos sketchs de Key & Peele. Mi primer acercamiento a su trabajo fue el siguiente estúpidamente glorioso video.

Pero más allá del asombro, su director tapó bocas con esa tremenda secuencia que se instaló como uno de los grandes momentos cinematográficos del año y que funciona como una parábola sobre el lugar al que han sido reducidos los afroamericanos. Al mismo tiempo, es un reflejo sobre cómo el racismo no tiene solo la cara de los seguidores más rancios de Trump o los con una funda blanca en la cabeza.

«Ahora estás en el lugar hundido»

En Get Out, el racismo también surge entre los liberales, aquellos que pregonan con estar del lado de los desvalidos, pero que con sus caretas cubiertas pueden ser aún más peligrosos. Son, al mismo tiempo, los que más hacen daño a una causa. Y obvio que hay comportamientos similares que atentan contra las mujeres, las minorías sexuales y tantos otros temas de forma aberrante.

Sin duda desde su primer minuto, instalando en la cabeza el Redbone de Childish Gambino, la propuesta de Jordan Peele va reafirmando su punto. Cuando tiene que tratar el tema al centro de su historia, utiliza todos los recursos más propios de la Dimensión Desconocida para dejar en claro su punto.

De todas formas, cuando tiene que ser chistosa, y vaya que lo es a la hora de abordar cómo los afroamericanos son vistos en la sociedad, Get Out no tiene problemas en serlo y eso causa cortocircuitos entre los más cuadrados.

La gracia es que aún en esos momentos, los realizadores tras Get Out pegan los palos sobre los prejuicios de todos aquellos que solo consideran que la personalidad es definida por una etnia, olvidando al género, clase, orientación sexual, edad e inclusive condición física.

Ese tipo de cosas la convierten en la película de género más audaz del año pasado y una nueva demostración de que el terror no es solo para asustar con ruiditos maqueteados.

Quizás uno de los puntos más llamativos de Get Out surge en base a la necesidad de sacar a colación el hecho de que, como parte de su propuesta, dejan en claro que existe un culto hacia lo que representaría una etnia en base a determinados parámetros. La clase privilegiada de la película no tiene problemas a la hora de definir a los negros como el futuro debido a sus condiciones atléticas.

Toda esa clase de elementos son brillantemente adosados a una idea tan simple como el terror que genera en un negro el intentar sobrevivir a su primer fin de semana con la familia de su novia blanca. Eso se aplica también a muchas relaciones, obviamente.

Tomando como base el “lugar fundido”, y cómo se minimizan a los que han sido subyugados históricamente, Get Out dice cosas importantes con personalidad, poniendo sobre el tapete ese racismo de dos caras en donde se vende la pomada de la existencia de una bondad que solo es una máscara.

Nos presenta, a grandes rasgos, mundo de privilegios que inevitablemente inclina su balanza hacia ciertos grupos beneficiados solo por ser lo que son.

Quizás por eso el cierre original de la película, que se puede ver en su final alternativo, terminaba de forma deprimente: con el afroamericano tras las rejas porque la sociedad siempre privilegiará “la verdad” de los blancos ricachones o los que tienen el poder político/económica para obtenerla… aún sin merecerla.

A la larga, en Get Out todo está construido para sustentar ese espejo de dos caras que encierra al personaje de Daniel Kaluuya en la más apremiante de las paralizaciones. Mientras el actor lo dice todo con sus ojos, el resto de su cuerpo representa todo aquello que siempre es atocigado.

Menos es menor que lo haga frente a la pantalla que define a nuestra sociedad: la televisión.

Desde el momento en que se estrenó Get Out, logró establecerse como la película que mejor define a una sociedad que hace cinco años pensó que solo en la peor de las pesadillas podría la nación más poderosa del mundo estar en manos de alguien como Donald Trump.

Pero los peligros están tanto entre aquellos que pueden salir a flote mientras agarran vaginas de forma impune o en aquellos que ponen el grito en el cielo ante una manifestación pacífica durante un himno. Y, también, esos que ocultaron por décadas sus perversiones más abusadoras.

Lamentablemente, la pesadilla es real y solo haciendo algo se puede salir del lugar hundido.

If you want it,
You can have it,

If you need it,

We can make it,
If you want it
You can have it